martes, mayo 17, 2005

Racismo a flor de piel

Me sorprende la facilidad con la que la gente se convierte en racista y lo reconoce. El flujo de inmigrantes conlleva la eventual formación de guetos y suele ocurrir que las costumbres de una parte se asocian rápidamente a la totalidad del colectivo. Si uno ve a un inmigrante de determinada procedencia y observa que sus hábitos cualesquiera no coinciden con los propios, automáticamente tiende a generalizarlos para la totalidad de una raza, nacionalidad, etnia, religión o sexo incluso. El machismo es al fin y al cabo otro tipo de racismo.

¿Qué debemos hacer? ¿Es inevitable generalizar en todo? Pues yo creo que en el habla cotidiana se puede ser más permisivo con el habla, pero lo importante radica en las propias convicciones y no tanto en lo que se verbaliza o expresa. Una persona puede ser muy racista pero no manifestarlo, y esto en realidad no soluciona gran cosa, solamente la oculta. No pienso citar ejemplos concretos por respeto a todas las culturas, pero lo que hay que intentar de forma activa es no meter a todos en el mismo saco. Hay diversidad dentro de cada colectivo, y hay que ser consciente de ella.

Pero esto no basta. Aceptar la diversidad de un colectivo te lleva a no generalizar a la ligera, pero no te aleja del riesgo de convertirte en un racista. Para conseguir esto último hay que invertir los papeles, recurrir a ejemplos existentes de situaciones próximas (históricas o familiares por ejemplo) en las que la víctima nos pilla de cerca y nos hace sentir ese rechazo.